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TIERRA BRUJA

Aprovechando la oscuridad de la noche, niños, hombres y sobre todo mujeres salían de sus casas y se adentraban en el bosque. Algunos, transfigurados en gatos, otros, en perros; a veces, montados en cabras. Muchos acudían volando gracias a los ungüentos que se aplicaban por todo el cuerpo. Cada uno a su manera, pero todos acudían al aquelarre. Organizaban sus reuniones lejos de la ciudad, reunidos en campos de las afueras y un hombre vestido de negro representando al diablo las presidía. Los brujos y brujas le besaban la mano y el trasero, para renegar de Dios y adorar a Lucifer. Después, al son de la música y de la danza de tamboriles, todos se entregaban a una orgía colectiva.

 

El Roncal fue uno de los escenarios tradicionales en los que se se persiguió a las brujas. Durante los siglos XVI y XVII, se instaló en muchas regiones de Navarra la creencia de que existían las brujas. Como si de una epidemia se tratase, el Roncal fue testigo de las olas de brujería que acosaron la región en 1525, 1531 y 1569.

 

María Gracieta fue una de las acusadas en el proceso de brujería de 1569. Su presunto delito: celebrar una fiesta de brujas en la noche de San Juan. Sin embargo, sus vecinas la veían como una mujer de 60 años “descendiente de buenos cristianos”. Por lo que sabía, no era mora, un hecho que, en la época, valía por sí solo para aplicar condenas por herejía. Pero sí se decía que su madre y su abuela la habían iniciado en las artes oscuras de la hechicería.

 

Durante su interrogatorio, testificaron dos niños de siete y ocho años. Tras un penoso viaje de cuatro días en carreta de Burgui a Pamplona, fueron encerrados en la Torre del Obispo hasta prestar declaración. Ambos contaron cómo, en una de las reuniones, habían visto a la anciana sacar de entre sus faldas “una cosa negra que le parece que era mayor que sapo y tenía sus dos cuernos, y sin cola, y la delantera de la barriga, blanca”. Tras meses de interrogatorios, el procurador de la Inquisición determinaría que nada de lo que se la acusaba era cierto: “Son niñerías y cosas soñadas, y no llevan apariencia ninguna de verdad”. 

 

¿Por qué se acusaba a las brujas por rumores productos de la ficción? En muchas ocasiones, según el experto en brujería navarra, Jesús María Usunáriz, las denuncias se producían porque, efectivamente, se creía en la existencia de los brujos. Sin embargo, detrás de todo ello, muchas veces había otras intenciones. “La mezquindad de los seres humanos o las rivalidades dentro del pueblo eran un móvil recurrente a la hora de incriminar al vecino”, asegura Usunáriz.

 

Destructoras de cosechas, doctoras en las ciencias de la muerte, expertas en venenos mortíferos... Eran las brujas, los miembros de una secta organizada que jamás existió, cuyos relatos, alimento de mentes crédulas, sirvieron como pretexto para iniciar sucesivas e irracionales persecuciones en la Navarra de los siglos XVI y XVII.

Brais Cedeira

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