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LEIZA ES DE PIEDRA

Desde Pamplona, tomamos la carretera A-15 camino a Leiza. Este trayecto de cuarenta minutos termina en el casco antiguo de la población. En un bar, preguntamos dónde quedan las esculturas de Perurena y nos entienden al momento. No en vano su carnicería queda a un par de bloques y es frecuente ver al célebre harrijasotzaile paseando por la calle. Nos indican que para llegar a Peru Harri, homenaje del levantador a la piedra, hay que seguir la NA-1700 otros cuatro kilómetros. Una gigantesca mano de piedra blanca aparecerá a la derecha para indicarnos la salida. Subimos entonces por una pequeña cuesta hasta una barrera que impide el paso.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al poco, llega Iñaki Perurena a abrirnos. Nos saluda y le seguimos por sus dominios -cualquiera se atreve a desobedecer a un tipo capaz de levantar 320 kilos-. Nos invita a entrar al caserío, donde nos deleita con una conversación asombrosa: hablamos de la piedra, de harrijasotzea, de euskara, de vida. De pronto, alguien saca el tema de Oteiza e Iñaki se lamenta de no haberlo conocido: "Yo andaba con mis piedras, él andaba con sus piedras, pero me hubiese gustado". Perurena sitúa el sentido de la obra de Oteiza más allá de su gran valor artístico: "Este artista, o majadero me atrevería a llamarle [risas] lo que ha hecho es despertar a la gente, ha dado autoestima a muchas cosas que estaban en segunda fila y tenemos que agradecérselo". Al poco, nos permite vagar libremente entre las esculturas de piedra y las pinturas. Nos dice que tiene que dar de comer a las terneras yque después pasará por la carnicería. Le vemos trabajar afanoso mientras subimos por una ladera de la parcela. "Palabra de vasco", se lee en un cartel.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Volvemos al casco urbano de Leiza para embarcarnos en una actividad menos trascendental: visitar los lugares del rodaje del taquillazo Ocho Apellidos Vascos. La mítica Argoitia del film es una mezcla de Guetaria, Zumaia y Leiza. El caserón centenario de Aspain-Txiki fue el escenario para la casa de Amaia. La propietaria, Mª Ángeles Intxaurrondo, nos invita a pasar y nos muestra las noticias sobre el rodaje. Más que concedernos una entrevista, nos hace una visita guiada por su casa explicandoy nos explica, con la maestría que da la experiencia, dónde y cómo se grabó cada escena. "Aquí es donde rodaron la cena de bonito con tomate", dice mientras señala una habitación, "y donde Carmen Machi y Karra se ponen contentos con txakolí". Salimos de su casa para dirigirnos al segundo enclave de la película: el frontón. Aquí, un recién llegado Rafa prende fuego a un contenedor y es llevado a comisaría. Hoy, sólo hay unos niños que juegan a pelota y nos preguntan si estamos grabando "por capricho". Decidimos comer en el restaurante Beatrizenea, donde apreciamos la gastronomía navarra en unas proporciones de infarto. Como buenos redactores de Orbela, no dejamos miga en el plato.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tras reponer energías, nos atrevemos con la última parte del día: la visita al restaurante Basa Kabi, negocio hostelero de la familia de Álex Múgica. Tomamos la carretera N-170 durante diez minutos. Aunque está cerrado, la visita merece la pena; a pesar del cielo gris, el paisaje es espectacular. La puerta ruega "tiratu", pero ya nadie entra, y bajo un cristal perdura la última fiesta organizada en el Basa Kabi. La piscina ya solo se llena en invierno, porque la lluvia leizarra no perdona ni siquiera las miserias del abandono.

Ana M. Casas

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