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LA CARRETERA DE LOS ROJOS

El valle del Roncal no conoció la guerra. Hoy, todavía es un lugar apacible. Pero en el año 1939, la guerra, de alguna forma, llamó a sus puertas. El sonido de los pájaros y del río Esca fue sustituido por las marchas militares, los toques de corneta y las órdenes de los generales que vociferaban a sus soldados. Una marcha imperial acompañaba a las filas de los batallones de presos silenciosos que cada mañana eran llevados a las obras de la Nacional 2130. La carretera todavía hoy une los pueblos de Roncal, Igal y Vidángoz.

 

Uno de los métodos de los que se sirvió el régimen de Franco fue la utilización de los esclavos. Entre 1939 y 1945, el dictador dispuso de 110.000 presos que trabajaron al servicio del Estado. El historiador Fernando Mendiola, escritor del libro“Esclavos del franquismo: la carretera Igal-Vigándoz-Roncal”, explica cómo aquellos no eran, precisamente, los trabajos más agradecidos. “Eran explotados en colonias, en talleres, en destacamentos penales y en trabajos para empresas privadas”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Más de 15.000 personas fueron empleadas en toda Navarra por el régimen de Franco para la realización de obras. Se adjudicaban los proyectos a empresas privadas y el estado les proporcionaba los trabajadores. En Roncal, más de 2.000 prisioneros participaron en la construcción de la carretera. Venían de Andalucía, Vizcaya, Extremadura…“Franco se inventó, con décadas de antelación, la primera Empresa de Trabajo Temporal que se implantó en España”, relata Isaías Lafuente, periodista y escritor del libro “Esclavos por la patria. La explotación de los presos bajo el franquismo”.

 

El día a día era el eterno retorno a la miseria. Se trabajaba sin descanso, a veces durante más de doce horas al día. Hiciera frío o calor, con lluvia o con nieve. Tanto daban las condiciones. Algo de café aguado para desayunar, las patatas contadas de un cocido y un pedazo de pan para todo el día. Ese era el sustento de los hombres que trabajaban a sol y sombra.

 

Las bajas temperaturas eran lo más difícil de soportar. Los barracones en los que dormían, hechos con madera y chapas, resistían a duras penas el agua y el viento que se filtraban en su interior. A Antonio Viedma, protagonista del documental “Desafectos”, no se le olvidará nada de aquellos días aciagos. “¿Frío? Hubo un muchacho que se quedó congelado, como traspuesto. Ya no hablaba, ni nada. Entonces, hubo uno que le frotó la nieve en la barriga hasta que volvió en sí. Casi muere helado”. Hoy, en un recodo de la carretera que aquellos hombres construyeron, un monumento recuerda aquello por lo que tuvieron que pasar los esclavos del franquismo en el Roncal..

 

Los recuerdos de los prisioneros ayudan a rellenar los huecos de aquel mosaico de penurias. Una mañana, los oficiales despertaron al Batallón de Trabajo número 127. El gallego Adenso Dapena formaba parte de él. Le impresionó la frase de un niño a su madre cuando el batallón, que desfilaba por el pueblo, pasó por delante. Escoltados por soldados armados, los presos caminaban empuñando picos y palas: sucios, débiles y mal vestidos.

 

-Mamá, ¿esos son los rojos?

-Sí, hijo.

-Pues no tienen cuernos ni cola.

Brais Cedeira

Españolito que vienes

al mundo, te guarde Dios.

Una de las dos Españas

Ha de helarte el corazón.

 

Antonio Machado (1912)

 

 

 

La escuela del Roncal se cerró durante aquellos años y pasó a funcionar como cárcel del régimen. Allí iban a parar los huesos de los soldados del batallón que se revelaban.

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