
EL TORERO DE MUGUETAJARRA
La sangre que empapó la arena de Calasparra es la misma que corre por las venas del que estas líneas suscribe. Las fotos y recortes antiguos que mi familia ha conservado desde hace tantos años, junto con los recuerdos de mi padre, Fermín Zuza, primo carnal de Miguel Olza, al que tuvo la fortuna de conocer cuando era niño, son los que me han permitido evocar ahora, cien años después, su estampa de torero de los buenos.
Mikel Zuza Viniegra, año 2011
13.1.16 | Brais Cedeira


1909
Vaquerín nace en Muguetajarra
1916
Vaquerín y su familia se trasladan a
Torrejón de Ardoz, Madrid. Empieza
su interés por el toreo
La sangre que empapó la arena de Calasparra es la misma que corre por las venas del que estas líneas suscribe. Las fotos y recortes antiguos que mi familia ha conservado desde hace tantos años, junto con los recuerdos de mi padre, Fermín Zuza, primo carnal de Miguel Olza, al que tuvo la fortuna de conocer cuando era niño, son los que me han permitido evocar ahora, cien años después, su estampa de torero de los buenos.
Mikel Zuza Viniegra, año 2011
13.1.16 | Brais Cedeira
Fermín Zuza Zunzarren fue el último en nacer en el valle de Izagaondoa. En los veranos de su niñez, iba cada año a Idoate. Allí pasaba con su abuela, Doña Manuela Goñi, los estíos de su juventud, esos en los que el calor aprieta la tierra. Cada año, en esas mismas fechas, otros miembros de la familia peregrinaban al pueblo para visitar a la matriarca. Uno de ellos era su primo, Miguel Olza Zunzarren, Vaquerín, el torero de Muguetajarra.
Fermín falleció el 26 de octubre de 2013. Con él se evaporó la imagen del matador que exhibió el nombre de Muguetajarra por las plazas de toros del Madrid de los años 20. Sin embargo, los retazos de la época que conoció a uno de los pocos diestros navarros que se recuerdan no han caído en el olvido. El hijo de Fermín, Mikel Zuza, todavía recuerda algunas de las anécdotas que su padre le narraba. Mikel trabaja como bibliotecario y colabora en el área de Cultura del Ayuntamiento de Navarra. En 2011, al cumplirse cien años del nacimiento de Vaquerín, participó en el homenaje que se realizó en su honor.
"Nosotros formamos parte de la rama de la familia que no se movió. Su hermano tenía mucha relación con mi padre", relata Zuza. En 1916, cuando Vaquerín sumaba cinco primaveras, se marchó del valle con sus padres. A su papá le ofrecieron trabajo en una vaquería madrileña en Torrejón de Ardoz. En la capital, el joven torero iba a mostrar sus dotes en la lidia de las bestias. Pero las astas de un toro enorme se cruzaron en su camino durante una corrida en la plaza murciana de Calasparra. Cuando falleció tenía solo 22 años.
Algunas fotos de la época permanecen guardadas en la casa de Mikel Zuza como recuerdos de una rara avis, un personaje singular. Son regalos de su padre, que los había recibido del torero. Evocan tiempos lejanos y lánguidos, en plena dictadura de Primo de Rivera. Entonces, aquel personaje paseaba su nombre por los ruedos de la España que pronto iba a acoger la llegada de la Segunda República. Zuza rememora los deseos del diestro, y su ilusión por torear algún año en San Fermín. Era su mayor anhelo: hacerse valer ante su público y sus paisanos. “Cuando era pequeño, mi padre siempre me contaba las historias de esos veranos en el pueblo, con Vaquerín y con la abuela. Siempre hablaba de él y de la ilusión que le hacía torear alguna vez en Pamplona”. Todo apunta a que la ansiada fecha iba a llegar en el verano de 1932: un año después de su muerte.
Mikel ha ido agrupando durante años los fragmentos de las anécdotas que le contaba su padre acerca del torero. “Lo recordaba como un tío hablador y simpático. Era un tipo delgado, pero con buena planta”, asegura. Es difícil explicar cómo surge un matador de un lugar tan recóndito, aunque en aquellos tiempos el toreo emergía por doquier. En una década donde se erigieron dos gigantes como Joselito y Juan Belmonte, cientos de jóvenes sentían también esta vocación. Muchos tan solo pretendían emular a sus ídolos. “A principios del siglo XX, los toros eran como el fútbol ahora”, argumenta Mikel Zuza. Ahí aparece Vaquerín, a quien se le menciona en las crónicas taurinas de la época. Al parecer, uno de los cronistas no podía evitar cierta aversión hacia el matador navarro. “En la familia siempre se ha comentado que ese juicio se debió a cierta inquina personal del escritor al torero, por haberse cruzado una mujer entre ambos, que prefirió antes al matador que al bolígrafo. No es fácil saber a 70 años vista qué puede haber de cierto en ello”, relata Zuza, al recordar las aventuras de su antepasado.
Muguetajarra no existe. Las hiedras que trepan por los restos de su iglesia románica representan el único resquicio de vida en este lugar afincado en las faldas de la Peña Izaga. Los descendientes de quienes ligaron su vida a la del pueblo custodian sus historias. Su objetivo es rescatarlas del olvido. Vaquerín es una de ellas y vive en la memoria de sus herederos.



1909
1916
Él y su familia se trasladan a
Torrejón de Ardoz, Madrid.
Empieza su interés por el toreo
Debuta como torero con 15 años en
la plaza de toros de Talamanca de la
Sierra, Madrid
1924
1927
Debut en la plaza de toros de Vista Alegre de Carabanchel, Madrid
Torea y triunfa en
la monumental de
Madrid
1928
1929
Los contratos le empiezan
a llover. Torea más de 30
novilladas
1931
28 julio: sufre una terrible cogida en el muslo en la plaza de toros de Calasparra, Murcia. Le trasladan a Madrid donde muere el 2 de agosto
Nace en Muguetajarra