
LA CUNA DE ÁLEX MÚGICA
Leiza sonríe al viajero con rostro de montaña, árbol y piedra. En uno de sus altos y mirando desafiante al paisaje, se yergue todavía el restaurante Basa Kabi. Son muchos los que topan accidentalmente con el edificio, pero no todos saben que entre estos muros hizo sus primeros pinitos en la cocina uno de los mejores cocineros navarros: Alex Múgica.
En esta tierra gusta el buen comer y quien tiene lleno el estómago tiene llena el alma. Quizás por eso fueron muchos los viajeros que, año tras año, se acercaron al Basa Kabi para empuñar la cuchara y pasaron a formar parte de los recuerdos que impregnan el lugar. El porche de madera, hoy desierto, en el pasado dio la bienvenida a multitud de familias que llegaban en los meses estivales, cuando el cielo leiztarra perdía su consabido gris.
Hay quienes todavía recuerdan momentos curiosos que sucedieron en este restaurante que hoy cuelga el cartel de “se vende”. Una de estas historias tiene como protagonista a un huésped estadounidense que mostraba con orgullo su tatuaje del Ku Klux Klan a los niños del lugar. Según cuentan, ese mismo verano una mujer de Leiza celebró su boda con su novio de raza negra en este restaurante. El americano, como despreciaba este tipo de uniones, se negó a salir de la habitación en todo el día. Los soplos de un nuevo tiempo agitaban los cabellos de una tradicional Leiza que se abría al mundo de la mano de sus variopintos viajeros.
Hoy está cerrado, es cierto. El cartel de "Se vende" se bambolea con el viento y solo los curiosos estacionan su coche para fisgonear lo que queda del Basa Kabi. La piscina ya solo se llena en invierno, porque la lluvia leizarra no perdona ni siquiera las miserias del abandono. La puerta ruega "tiratu", pero ya nadie entra; y bajo un cristal perdura el programa de la última fiesta organizada en el Basa Kabi: una reunión de aizkolaris con partida de mus y chocolatada.
Pero a unos cuarenta minutos de este mágico lugar, los comensales de La Perla aclaman al gran maestro del Basa Kabi, aquel que enarboló los fogones y cacerolas leizarras hasta llegar al podio. Alex Múgica nos recibe a nosotros, jóvenes periodistas, con la humildad y cercanía con la que probablemente su familia atendiera en Leiza. Nos deja curiosear por la cocina -más sencilla y funcional de lo que uno imaginaría-, donde se remueven salsas, se rehogan sofritos y se enharinan empanados. Solícito, se compromete a enseñarnos una receta rica y fácil para esos momentos en los que regresamos fatigados del monte. La tomaba José Manuel Urtain, el boxeador navarro campeón de Europa que se entrenó un verano en el Basa Kabi. "Cómo me recuerda esta receta a mi niñez", se le escapa. Salimos del restaurante de la Plaza del Castillo y llueve. Parece que el viento leizarra ha llegado a la ciudad.


Ana M. Casas
