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RESERVAS INTEGRALES DE NAVARRA

Foto cedida por Ángel Eugui

La selva de Lizardoya es el segundo bosque de hayas y abetos más grande de toda Europa. También el mejor conservado, solo superado por la Selva Negra de Alemania. 17.000 hectáreas de bosque virgen, una reserva ecológica en la que se esconden auténticos tesoros de la naturaleza. Los abetos elevan sus copas hasta cuarenta y cincuenta metros sobre el suelo y las hayas alcanzan más de treinta metros de altura. Por sus senderos, los jabalíes, los corzos y los ciervos pacen a sus anchas. Solo se oyen los sonidos de la naturaleza.

 

El 10 de abril de 1986 la ley foral de normas urbanísticas regionales para la protección y uso del territorio definió que tres espacios de Navarra tenían que preservarse como reservas integrales, vírgenes y alejadas de todo contacto con el ser humano. Estos lugares fueron Lizardoya, en la selva de Irati, y Ukerdi y Aztaparreta, situadas en el valle de Isaba.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ricardo Ibáñez es profesor de Botánica en la facultad de Biología de la Universidad de Navarra desde 1999 y ha centrado su investigación en la ecología de poblaciones y comunidades vegetales. Ibáñez cree que estos lugares, llenos de vida y color, deben crecer a su libre albedrío, como regiones indómitas en las que la ley de la naturaleza hace y deshace a su antojo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué tienen de especial las reservas integrales?

Lo que hay. Es decir, una zona de bosque de gran interés ecológico en un estado de conservación excelente. Las reservas de Lizardoya, Ukerdi y Aztaparreta se consideran los bosques que más se pueden aproximar a lo que es un bosque primario. Un bosque sin intervención humana. Es atrevido decir esto en la zona mediterránea, y cuando digo mediterránea me refiero a la península. La intervención del hombre aquí ha sido muy pronunciada y desde hace muchos siglos. Lo han alterado prácticamente todo. Cualquier bosque que nos encontramos en nuestros montes está donde está porque, en parte, se ha ido recuperando de la influencia del hombre.

 

Son lugares poco comunes.

Y lo van a ser cada vez menos. Por toda la historia de gestión del territorio en Europa occidental son ecosistemas muy raros, muy frágiles, y con una diversidad de especies altamente especializada. Hay pájaros carpinteros, que son comunes en esta clase de bosques. Como utilizan las oquedades de los troncos para crear sus nidos, encuentran su refugio idóneo en este tipo de hábitats. Al no aparecer el hombre, que lo cambia todo, en estos lugares se puede instalar la fauna especializada y que busque su nicho, el lugar en el que crecer de la mejor manera.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Estamos ante tres bosques preservados como selvas vírgenes ¿En qué se diferencian de los bosques comunes?Efectivamente. Lizardoya, por ejemplo, difiere en gran parte del resto de la selva de Irati, donde siempre ha habido una gestión de los recursos madereros que todavía hoy se mantiene. Al eliminar árboles poco productivos en los bosques, se consigue que crezcan otros de muy buena calidad en muy poco tiempo. En esas zonas se pueden encontrar unas características que hablan de un bosque que ha sido manejado. A diferencia de Lizardoya, que es más bien un bosque primario, maduro, con árboles viejos e irregulares creciendo a su libre albedrío. Allí los árboles caen cuando tienen que caer, y generan huecos en el suelo del bosque, que se convierte en una superficie irregular.

 

Hay algo paradójico. Para preservar las reservas, es importante no tocarlas, pero si no se tocan, si no se va allí, no podemos saber con qué valor cuenta ese lugar.

Son dos perspectivas que chocan en estas reservas naturales. Es evidente que para cuidarlas mejor, hay que dejarlas estar. Su interés reside en que se han dejado estar ahí de esa manera. Muchas veces, cuando hay indicios muy claros de que esos lugares merecen una protección urgente, se las ha nombrado reservas integrales. Entonces se siguen haciendo estudios más profundos para conocerlos mejor. Lizardoya, Ukerdi o Aztaparreta no se conocen del todo bien, y así se ha admitido. En los planes de gestión de estos espacios se ha reconocido, con los años, que esa laguna de conocimiento existe. Hay que ser muy conscientes de ello para dañar el ecosistema lo menos posible.

 

 

 

 

 

Brais Cedeira

Foto cedida por Ángel Eugui

Foto cedida por Ángel Eugui

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