top of page

LA GLORIA DE PATTON

Carmen Arroyo

Miguel Urabayen, periodista navarro, escribió una crítica en el Diario de Navarra sobre la película Patton en 1971, cuando se estrenó en España. Con noventa años, Miguel aún recuerda los días de rodaje de la película en la Sierra de Urbasa. Miguel es también un aficionado a la Segunda Guerra Mundial, y ahora rescata algunas anécdotas para Orbela.

Insultos, excentricidades, y una lengua demasiado suelta para su posición militar caracterizaban al General. Patton se obsesionó con la guerra y la gloria. “No quiero que estos hombres me amen, quiero que luchen por mí”, dice en la película. Veía el mundo en blanco y negro: o uno es un cobarde sin remedio o lucha hasta el final. La película transmite esta dicotomía desde el comienzo, pues Patton llora por un joven muerto en combate y, acto seguido, pega a un soldado que tiembla de miedo. Además, Patton se creía la reencarnación de otros grandes militares a lo largo de la historia. “Hubieras sido un gran mariscal de Napoleón si hubieras vivido en el siglo diecinueve”, le comenta un superior. Patton se ríe y responde: “Pero lo hice, señor, lo hice”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Su verborrea, agresividad e insubordinación juegan contra él, y sus superiores le dejan de lado tras invadir Sicilia; no había obedecido sus órdenes. Patton se desespera. Sin la guerra su existencia carece de sentido. “La última gran oportunidad de una vida. Todo el mundo está en guerra, y ¿a mí me dejan fuera? ¡Dios no lo permitirá! ¡Me dejarán cumplir mi destino!”. Y al final, lo cumple. Entra en Francia al mando del tercer ejército, lucha en la batalla de las Ardenas y llega hasta Alemania. Pero sus impertinencias, como comparar a los nazis con el partido republicano, le valen su posición y acaba recluido en una oficina del ejército.

 

El estreno de la película en 1970, en plena Guerra de Vietnam, causó un revuelo en Estados Unidos. El discurso inicial hirió algunas sensibilidades políticas, y no es para menos. Ni exaltaba la patria, ni animaba a los jóvenes a amar a su país. Solo pedía a los americanos que lucharan y murieran, porque ningún estadounidense es ‘cobarde’. Para otros, como el presidente Richard Nixon (1969-1974), se convirtió en su película preferida. Según el periodista y crítico de cine Miguel Urabayen, la película no tuvo tanto éxito en España porque la Segunda Guerra Mundial nos era ajena. En Estados Unidos, en cambio, era un tema familiar: todo el mundo tenía un amigo, primo o hermano que había vivido la guerra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El George S. Patton real murió en 1945 por las heridas causadas en un accidente de coche. La guerra no pudo con él, pero sí la cotidianeidad de la vida. El General no llegó a engrosar la lista de héroes de Estados Unidos, sino que quedó como un militar rebelde. La voz en off de George C. Scott pone fin a la película a modo de epitafio: “Un esclavo se mantuvo de pie detrás del conquistador, sujetando una corona dorada y susurrándole al oído una advertencia: que toda la gloria es pasajera”.

“Sentaos. Quiero que recordéis que ningún bastardo ganó jamás una guerra muriendo por su patria. La ganó haciendo que otros pobres estúpidos bastardos murieran por ella”. Así arranca la película sobre el General del Ejército americano George S. Patton. Estrenada en 1970 en Estados Unidos, Patton narra las escaramuzas militares del General durante la Segunda Guerra Mundial, desde el norte de África hasta Normandía. Más que hablar de la guerra, la película Patton nos muestra los vicios y virtudes de un ogro que siempre conseguía su objetivo. Al menos en la guerra. Franklin J. Schaffner, el también director de El planeta de los simios, dirigió Patton y se llevó a casa siete Óscars. Entre ellos, al mejor guión, de Francis Coppola y Edmund H. North, y al mejor actor principal, George C. Scott, que interpretaba a Patton.

bottom of page