
LA BATALLA DE OROQUIETA
El conflicto entre carlistas y liberales no se cerró tras la Primera Guerra Carlista (1833-1840). El final de esta contienda no culminó con la derrota definitiva del carlismo, por lo que los problemas que motivaron ese primer estallido seguían presentes: la transformación de la sociedad, los cambios de los principios y estructuras, las novedades introducidas desde el mundo revolucionario, entre otros.
Las tensiones provocaron la Segunda Guerra Carlista o “Guerra de los Matiners” (Guerra de los madrugadores) a finales de la década de los 40. En este segundo conflicto, los carlistas catalanes se sublevaron y nuevamente fueron derrotados. Muchas veces la historiografía considera que no se trata propiamente de una guerra carlista, sino algo mucho más reducido, por lo que a menudo se llama Segunda Guerra Carlista a la iniciada en 1872.
A principios de los 70 los carlistas intentaron responder a los problemas que generaron la Primera Guerra y que se fraguaron desde esa primera gran derrota. En esta ocasión, el aspirante al trono Carlos VII reunió a sus partidarios en la localidad navarra de Oroquieta. Pero los liberales se enteraron mediante espías de que se planeaba un rearme carlista y enviaron un ejército dirigido por el general Domingo Moriones. Las tropas de Moriones sorprendieron a los voluntarios carlistas, que apenas iban armados.
Los voluntarios carlistas eran personas del ámbito rural, para los cuales el liberalismo suponía una amenaza a su modo de vida. Eran gentes convencidas con argumentos de carácter religioso. En Navarra, el movimiento carlista estaba muy arraigado, apenas estaban implantadas las novedades liberales, y el papel de la defensa de los fueros jugó a favor del pretendiente Carlos. Pero desde comienzo del siglo XIX, el liberalismo empezó a ganar adeptos. Al llevar por bandera el progreso, en muchos lugares significó una mejora sustancial de las condiciones de vida. A finales del siglo ya era la ideología dominante.
Iñigo García
