
ARRAKO MILENARIO
Pablo Ayerra y Lucía Gastón
El dolmen, o “mesa grande de piedra” en bretón, es un tipo de construcción milenaria que abunda en el Pirineo. El sacerdote y arqueólogo José Miguel de Barandiarán calcula que entre Francia y la zona pirenaica hay unos 1.500 y, en lo que antes se denominaba vasconia, alrededor de 400. La mayoría de estas piedras pirenaicas se encuentran erguidas a modo de menhires o bloques erráticos. Los megalitos datan de la primera edad de los metales o incluso de la edad de hierro. Entonces, servían como monumentos funerarios o como lugares para realizar ritos de fecundidad. En muchas ocasiones, la cristianización ha rodeado a los megalitos de una reputación maléfica, convirtiendo su entorno en lugares de brujería y hechicería; pero también se ha llegado a atribuir su presencia a la intervención de un santo. Incluso algunos de ellos han sido puntos clave para la realización de ritos netamente religiosos como, por ejemplo, romerías.
El Dolmen de Arrako, situado en el valle de Belagua, tiene más de 3.000 años de antigüedad y es, para muchos, la construcción megalítica mejor conservada de todo el Pirineo. Se trata de un dolmen relativamente grande que, por estar semienterrado, parece menos imponente de lo que realmente es. En 1961, fue objeto de varias excavaciones de las que se obtuvieron varias puntas de sílex, dos puntas de bronce y dos colgantes, entre otros tantos objetos menores. Junto a él se encuentra la ermita de la Virgen de Arrako, una construcción cristiana que, curiosamente, conserva el nombre pagano.